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27/09/2024

Más de 1.000 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año. ¿Es la Economía Circular la clave para reducir el desperdicio?

Consulta el análisis del informe “Índice de Desperdicio de Alimentos 2024” de la ONU, destacando las conexiones entre el desperdicio de alimentos y las crisis globales.

Por Arlene Carvalho, de Movimiento Circular.


Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), alrededor de 783 millones de personas enfrentan actualmente el hambre en el mundo, y 150 millones de niños menores de cinco años sufren de desnutrición y retraso en el crecimiento. Estas cifras alarmantes fueron reveladas en el informe del “Índice de Desperdicio de Alimentos 2024”, publicado en marzo de este año. Los números son contradictorios, considerando que solo en 2022, aproximadamente 1.05 mil millones de toneladas de alimentos fueron desperdiciadas, según el mismo informe.

En otras palabras, mientras grandes cantidades de alimentos se pierden o desperdician, millones de personas continúan sufriendo de hambre y desnutrición. Dado este volumen de alimentos perdidos o desperdiciados, ¿no sería suficiente la producción actual para cubrir las necesidades de todos los habitantes del planeta?

Antes de responder a esta pregunta, es importante diferenciar los conceptos de pérdida y desperdicio de alimentos.
 

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Imagen: Thiago Egg/Movimiento Circular


A partir de esto, también podemos cuestionar: si hubiera una verdadera preocupación por crear estrategias para reducir el desperdicio de alimentos, ¿podría el desperdicio, cuantificado por el informe de la ONU, reducirse significativamente a cualquier escala?

  • Cada año, la cantidad de alimentos perdidos y descartados equivale a alrededor de 1 billón de dólares;
  • Las pérdidas y desperdicios de alimentos contribuyen entre un 8 y 10% a las emisiones de gases de efecto invernadero;
  • La conversión de ecosistemas naturales en tierras agrícolas es la principal causa de pérdida de hábitats naturales, y esta significativa pérdida de biodiversidad equivale a casi un tercio de las tierras agrícolas del mundo.

 

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Imagen: Thiago Egg/Movimiento Circular


En este contexto surge la Economía Circular como una alternativa, especialmente si consideramos que los sistemas alimentarios circulares son capaces de promover la eficiencia y la responsabilidad en todas las etapas de la cadena alimentaria.

La cuestión del “cómo hacerlo”

Para el Prof. Dr. Edson Grandisoli, embajador y coordinador pedagógico del Movimiento Circular, "es fundamental que se adopten prácticas para reducir el desperdicio de alimentos. Esta práctica debería considerarse inadmisible, cuando consideramos el número de personas que pasan hambre todos los días. Las prácticas agroforestales y la creación de huertos urbanos, por ejemplo, nos enseñan sobre circularidad, buena alimentación y calidad de vida, además de valorar lo que está cerca de nosotros y viene de la tierra."

Pero, ¿de qué manera se puede hacer esto? Grandisoli afirma que no es una tarea simple. “Es necesario revisar prácticas y crear una nueva cultura relacionada con el consumo de alimentos. La abundancia, muchas veces, acaba siendo sinónimo de desperdicio. Comprar solo lo necesario, poner en el plato solo lo que se puede comer, vender más barato las frutas y verduras fuera de los estándares de belleza, valorar recetas que utilicen el alimento integralmente son solo algunas de las medidas que podemos poner en práctica de inmediato.”

En la Economía Circular, los alimentos se ven como una fuente de vida, donde los restos vuelven a la tierra como compost, ya sea en hogares o en huertos comunitarios. Es una forma de transformar los residuos orgánicos en nutrientes, producir alimentos saludables, y enriquecer y regenerar el suelo. La combinación de técnicas tradicionales con nuevas tecnologías puede ayudar a garantizar que se satisfagan las necesidades nutricionales globales de manera eficiente y equitativa. 

Sin embargo, debemos pensar más allá del desperdicio que ocurre en los mercados y hogares. Después de todo, las etapas de cosecha, transporte, procesamiento y distribución también representan grandes pérdidas y, dentro de sistemas alimentarios más circulares, estas etapas también necesitan atención.

"Es importante destacar que existe un cierto patrón cuando hablamos de pérdidas y desperdicios de alimentos. Las investigaciones indican que en los países más ricos, el desperdicio es más prevalente. Y en los países más pobres, las pérdidas son más prevalentes. Por lo tanto, cada caso debe ser analizado de manera individual, revisando toda la cadena de producción, consumo y descarte, en la búsqueda de soluciones integradas”, destaca el embajador de Movimiento Circular.

Interconexiones

Somos bombardeados diariamente con noticias que hablan de crisis ambientales, económicas, sociales, políticas, sanitarias, de seguridad alimentaria, energéticas y psicológicas, entre otras; y este gran volumen de información contribuye a un sentimiento de pesimismo en relación con nuestra propia existencia y la conservación del planeta Tierra, al reforzar el concepto de la llamada “policrisis”, definido por el antropólogo, sociólogo y filósofo francés Edgar Morin como “la interconexión y complejidad de múltiples crisis que se manifiestan simultáneamente en diferentes sistemas globales”.

De este modo, podemos concluir que las crisis que vivimos no solo coexisten, sino que se relacionan, lo que hace que la búsqueda de soluciones efectivas sea bastante difícil. La publicación de la ONU ofrece un panorama que sirve como ejemplo de la conexión entre las crisis económica, ambiental y de seguridad alimentaria. Pero, después de todo, ¿cómo se relacionan estas diferentes crisis? Consulta a continuación:

 

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Imagen: Thiago Egg/Movimiento Circular


Esto puede pensarse en diferentes escalas. Pero es importante destacar que, en el contexto global, esta relación entre las crisis es aún más evidente. Por ejemplo, mientras algunos países lidian con un exceso de desperdicio de alimentos, otros luchan contra el hambre extrema. Sin embargo, los datos sobre esto aún son escasos. El informe también señala que solo cuatro países del G20, Australia, Japón, Reino Unido y EE.UU., y la Unión Europea, tienen estimaciones adecuadas sobre el desperdicio de alimentos para monitorear el progreso hasta 2030. Canadá y Arabia Saudita tienen estimaciones en relación con los hogares. Brasil debería tener estos datos para finales de este año.

"La pérdida y el desperdicio de alimentos son desafíos mundiales. La transferencia de tecnología, las inversiones, la financiación justa y el estímulo de cambios en las prácticas a través de la información y la educación para la circularidad son algunos puntos vitales para el cambio", concluye Grandisoli.

Por lo tanto, la adopción de prácticas circulares cuando pensamos en la alimentación no solo minimiza el desperdicio, sino que también fortalece las comunidades, promoviendo una mayor resiliencia frente a las crisis. Al transformar la forma en que pensamos sobre los alimentos, podemos avanzar hacia un sistema alimentario circular, sostenible y justo, capaz de satisfacer las necesidades de todos. 

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