
05/06/2025
Economía Circular y límites planetarios
*Prof. Dr. Edson Grandisoli, del Movimiento Circular
La obra Primavera Silenciosa (1962), escrita por la bióloga estadounidense Rachel Carson, marca el inicio del ambientalismo mundial, aunque la preocupación por las cuestiones ambientales ya existía antes. Desde esa época —y estamos hablando de 63 años de historia— la agenda ambiental ha ganado espacio, liderazgos e incontables iniciativas en todos los países del mundo, buscando caminos y alternativas hacia un desarrollo socioeconómico justo, inclusivo y que tenga en cuenta los límites de un planeta único, frágil y finito.
De externalidad, el medio ambiente ha pasado a desempeñar un papel protagónico, quedando claro que no hay economía sin personas, y no hay personas sin medio ambiente. A pesar de que esta relación parece obvia, lo que hemos constatado es justamente lo contrario, ya que no hay un solo indicador que apunte a un verdadero impacto positivo de las actividades humanas a gran escala. Es decir, a pesar de los avances en políticas y prácticas relacionadas con el medio ambiente, aún están muy lejos de lo necesario para conservar lo que queda y regenerar lo que ya se ha perdido.
En las últimas décadas, se han creado diferentes indicadores que nos muestran el verdadero impacto negativo de las actividades humanas sobre el planeta. El concepto de límites planetarios fue introducido por Rockström et al. (2009) y, a partir de él, los científicos han elaborado un mapa certero del estado del sistema Tierra, considerando diferentes fronteras biofísicas como el clima, los ciclos biogeoquímicos, la integridad de la biosfera y el uso del agua dulce. El cuadro actual indica que al menos 6 de los 9 límites planetarios ya han sido sobrepasados (Richardson, 2023), y seguir operando como si no corriéramos ningún riesgo es, como mínimo, un error civilizatorio.
Los impactos negativos de las actividades humanas nacen de nuestras decisiones históricas. La deforestación, el uso intensivo del carbón, el petróleo y sus derivados marcan los siglos XX y XXI de forma que ponen en riesgo nuestra estabilidad climática. El consumo excesivo asociado al descarte inadecuado de innumerables tipos de plásticos deja sus huellas en los océanos y dentro de los seres vivos en forma de microplásticos. De diferentes maneras, estas decisiones pueden resumirse en el trípode “take-make-waste” (tomar-fabricar-desechar), base de nuestra Economía Lineal, que concreta nuestra visión recurrente y utilitarista de la Tierra como si fuera un estante de supermercado. El término “recursos naturales” debería sustituirse urgentemente por “patrimonios naturales”. Y esta conversación tampoco es reciente.

La preocupación por los patrimonios naturales de nuestro planeta ya era destacada por el economista británico Kenneth Boulding a través de su libro The Economics of the Coming Spaceship Earth (1966), que trata la urgencia de repensar cómo nos relacionamos con los recursos del planeta y cómo deberíamos eliminar todas las formas de contaminación y desechos. Ya he abordado parte de esta temática en el artículo ESG y Economía Circular: conceptos en coevolución.
Es decir, desde una mirada cuidadosa hacia el ambiente, Carson y Boulding cuestionan un modelo de desarrollo que ha sido bueno para pocos y malo para muchos y para el planeta, y se convierten en inspiración para todos aquellos que comprenden y desean hacer las cosas de una manera diferente. Con todo esto, la gran pregunta que queda, al menos para mí, es: ¿qué estamos esperando para acelerar los cambios que tanto necesitamos?
La inspiración en la naturaleza
Siempre es tiempo de repensar nuestras elecciones, incluso las que hicimos hace décadas. Uno de los principales caminos es repensar las bases sobre las cuales estructuramos nuestras economías. Esto exige una redefinición del desarrollo que realmente considere los límites planetarios como fundamentos, y no como restricciones.
Uno de los modelos inspirados en los ciclos naturales, que valora a las personas y formas de desarrollo más sostenibles, es la Economía Circular. Esta propone una revolución en la dirección de evitar desperdicios y cuidar los patrimonios naturales, buscando mantener los materiales circulando por más tiempo y en su más alto nivel de calidad, valorando procesos como el reciclaje y, especialmente, la reutilización. Junto con estas propuestas surgen, como consecuencia, cambios en el diseño de productos, valorización de energías renovables, producción local, resignificación del consumo como propósito de vida, gestión eficiente de residuos y corresponsabilidad de todos los sectores para que todo esto pueda suceder. Sí, sabemos que no es poca cosa.

Vale destacar que en este momento de esta revolución circular, aún estamos muy enfocados en buscar soluciones técnico-tecnológicas para ciclos cerrados. Pero la verdadera Economía Circular del siglo XXI no puede limitarse a eso. Colocar la economía circular en diálogo con los límites del planeta significa crear ciclos regenerativos e inclusivos. La nueva economía debe operar como un sistema vivo, dentro de la zona segura y justa para la humanidad, como propone Kate Raworth en su Economía Donut (2017). Este modelo plantea que debemos permanecer entre el “piso social” y el “techo ecológico”. Cualquier sistema que no respete estos límites se vuelve insostenible.
Es decir, en esta etapa de la historia, debemos enfrentar las múltiples crisis como desafíos inherentemente sociales, considerando las necesidades y derechos de la humanidad, así como las consecuencias de nuestras decisiones sobre los entornos. El camino está lleno de obstáculos y resistencias, pero las alternativas ya existen.
Innovación con propósito: biomimética y diseño regenerativo
Innovar dentro de los límites planetarios es un arte. La biomimética, por ejemplo, campo que estudia la naturaleza como modelo, mentora y medida (Janine Benyus, 1997), nos invita a diseñar sistemas circulares que imitan los ecosistemas. Esto significa diseñar productos biodegradables, ciudades esponja, materiales vivos y tecnologías que colaboren con la restauración de los ciclos naturales —y no solo minimizar daños.
Más que zero waste, hablamos de diseño regenerativo: edificios que capturan carbono, industrias que regeneran suelos, cadenas de producción que restauran cuencas hidrográficas, y empresas, gobiernos y ciudadanos comprometidos en ir más allá de forma dialógica y cooperativa.
El darwinismo social debe ser definitivamente abandonado. No es el más fuerte el que sobrevive en un futuro circular, sino aquel que busca crear formas innovadoras de participación y cooperación. En la naturaleza, múltiples formas de cooperación son decisivas para la supervivencia del ecosistema en su conjunto. Durante la estación seca en la Amazonía, por ejemplo, se creía que había una feroz competencia entre los árboles por el agua. Hoy se sabe que los árboles más antiguos, con raíces más profundas, son capaces de traer agua de las capas más profundas del suelo y distribuirla a los más jóvenes. Cooperar como sinónimo de prosperar.
Imitando a la naturaleza, el éxito de las empresas circulares ya no se medirá solo en márgenes de lucro, sino en márgenes de resiliencia, restauración y equidad.
Cultura y sociedades circulares
Ninguna revolución es duradera si no es también cultural. La cultura de la circularidad depende de la recreación de propósitos y de nuestras relaciones con el tiempo, los recursos y los ritmos de la vida. Se trata de sustituir la ilusión del progreso acelerado por la perpetuidad de la vida dentro de una ética planetaria. Se trata de aprender de la sabiduría indígena, de los saberes ancestrales, de las prácticas comunitarias, y reconocer que la sostenibilidad no es solo técnica, sino también espiritual, estética, simbólica (y urgente).
La combinación de los límites planetarios con los principios de la economía circular regenerativa nos lleva a la más radical de las innovaciones: no aquella que nos promete una “solución verde”, sino la que nos enseña a valorar la herencia y el respeto intergeneracional con conciencia y responsabilidad.
Las sociedades circulares tienen menos que ver con materiales, y más con propósitos y significados. Y, dentro de los límites del planeta, descubrimos el verdadero espacio de la creatividad: aquel en el que diseñamos el futuro con mirada colectiva y coraje imaginativo.
Sé que toda esta conversación aún puede sonar utópica para la mayoría. Pero es importante saber que diversas microtransformaciones ya están ocurriendo, y que las grandes revoluciones nunca comenzaron con un gran número de personas. Basta con mirar en internet: la COP 30 en Brasil, la Década de la Restauración de la ONU, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, en este mes del medio ambiente, la necesaria agenda de “Acabar con la contaminación por plásticos”.
¿Y tú?
¿Cuál puede ser, a partir de hoy, tu causa circular?

*Profº Dr. Edson Grandisoli
Embajador y coordinador pedagógico del Movimiento Circular. Es Magíster en Ecología, Doctor en Educación y Sostenibilidad por la Universidad de São Paulo (USP), y Postdoctorado en el Programa Ciudades Globales (IEA-USP). Especialista en Economía Circular por el UNSCC de la ONU. También es co-ideador del Movimiento Escuelas por el Clima, investigador en el área de Educación y editor adjunto de la Revista Ambiente & Sociedade.
*Este texto fue traducido automáticamente con la ayuda de inteligencia artificial y revisado. Aun así, pueden presentarse pequeñas diferencias con respecto a la versión original en portugués.